¿Libertad de decisión?
Quiero escribir sobre la libertad de decisión y elección de las mujeres y me resulta difícil empezar. Tal vez porque es tan complicada la situación que cuesta encontrar las palabras para reflejar la realidad.
Vivimos en una sociedad en la que las mujeres (y los hombres) nos creemos con libertad para tomar nuestras decisiones. Sin embargo, cuando rascamos un poquito, vemos que no está tan claro. Es decir, vivimos en una sociedad en la que tenemos libertad para tomar decisiones que no cuestionen el sistema social, económico, familiar… en el que nos encontramos. Pero lo cierto es que cuando nuestras decisiones no están en consonancia con aquello que nos hace seguir felices y tranquilos, la cosa se complica. Y en temas como los que yo trabajo, donde aquello que creemos es la base de nuestra vida y nuestra identidad, todavía más complicado.
Me explico. Dar a luz y nacer… cuestiones que siempre han estado fuera de la palestra de lo socialmente expuesto, y por lo tanto relegadas al ámbito doméstico, de manera que las mujeres, sin criterio socioeconómico claro ni necesario, se ocupaban de ello. Sin embargo, en el momento en que estas cuestiones salen de lo doméstico para llegar a las instituciones sanitarias, se convierten en asuntos masculinos, y por ello, manejadas en función de criterios económico-empresariales (éxito, fracaso, producto, porcentaje de riesgo, gráficos de progresión temporal, etc.) Así, una cuestión íntima, perteneciente a la esfera de la sexualidad femenina, de repente se ve evaluada y analizada con criterios externos, propios del ámbito empresarial e incluso legal.
¿Cómo es posible, en estas condiciones, que las mujeres tomemos decisiones sabias sobre nuestros partos y los nacimientos de nuestros hijos? ¿Cómo se puede entender que nos hablen con el miedo entre los ojos cuando nosotras estamos creando vida y sintiéndonos invencibles? Porque en todo esto hay, además, una trampa… el hecho de haber cedido al lenguaje y al paradigma técnico-empresarial hace que parte de la información no esté al alcance de la mujer… sino sólo aquélla que es importante para mantener, como decía al principio, al sistema que funciona, que da seguridad, que da dinero y nos mantiene contentos y tranquilos.
Si realmente queremos que las mujeres (y los hombres) tomen decisiones, tendremos que darles toda la información. La que como sistema nos gusta dar para sentirnos bien, y la que no nos gusta dar… y aceptar que tal vez, la decisión, sea diferente a la que nos mantiene tan felices… aceptar que tal vez, la libertad de decisión hace que las cosas que creemos sagradas e intocables no lo son… aceptar que dar a luz o nacer, por poner un ejemplo, son procesos sanos y habitualmente fáciles, que el miedo no tiene cabida, que el éxito o el fracaso no dependen del reloj, y que devolver el poder a las mujeres sobre su cuerpo y el de sus hijos implica que los demás lo perdamos, nos apartemos y sólo observemos maravillados la fuerza que da a una mujer estar informada y decidir consciente.
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