Voy a volver a sacar el tema, ahora que parece que todo el
mundo se pelea por ver quién tiene más derecho a utilizar la palabra
“acompañar”, y es que de verdad que creo que no se entiende.
Acompañar a alguien no es hacer lo que uno hace y además
estar pendiente de otro. Eso es hacer tu trabajo bien, pensando en los demás.
Acompañar tampoco es estar al lado de la otra persona
mirando si se encuentra bien y ayudándole a sentirse mejor. Eso es hacer
compañía y mitigar la soledad.
Tampoco se trata de encontrar el mejor camino para ir juntos
a ninguna parte. Eso es ser una guía.
Ni aconsejar u orientar sobre las mejores opciones para su
caso concreto o para todos los casos en general. Eso es ser un consejero, un
orientador, un asesor… alguien que sabe más que el otro y le ayuda.
Por supuesto, acompañar no es educar a otra persona, ni
cribar la información que creemos que le puede servir, ni explicarle qué es lo
mejor o lo peor que puede pasarle según sus decisiones. Eso es ser un educador
o un profesor.
Tampoco, válgame el cielo, es controlar si un proceso se
está desarrollando adecuadamente, independientemente de que al final sea
necesaria o no una intervención. Eso es mirar atentamente, verificar y
cuestionarse en todo momento si lo que está ocurriendo es lo óptimo.
Todas estas cuestiones que he mencionado son
importantísimas, y necesarias. Son las que los profesionales de la sanidad no
pueden obviar bajo ningún concepto. Son las que definen y hacen a un buen
profesional. El que está pendiente del otro, el que hace compañía, guía,
orienta, ayuda, asesora, educa, controla que todo suceda de la mejor manera
posible.
Pero volvamos al principio… ¿por qué todo esto no es
acompañar? Porque acompañar es no hacer nada. No tomar decisiones. No decir si
está bien o mal el camino decidido por nadie. No advertirle a una mujer que tal o cual proceso o intervención puede tener ciertas consecuencias. No dar por sentado
que una mujer no tiene información ante determinadas decisiones. Acompañar es
ir a donde el otro va sin cuestionar, controlar, observar, guiar, orientar ni
educar. Acompañar es ir con el otro independientemente de si hace el camino más
largo, o lo repite tres veces… o incluso si, desde nuestra óptica, es equivocado.
Acompañar es estar sin más. Sin ningún tipo de objetivo. Repito: sin ningún tipo de objetivo. En el
momento en que mi objetivo es que un parto sea más corto, más largo, más intenso, más suave, más mamífero, menos intervenido, mejor vivido, mejor
vivenciado… que la mujer se empodere, se conciencie, viva su maternidad de esta
u otra manera… en el mismo momento en que vigilo que todo vaya bien, que la
madre, el bebé, el padre y el entorno se encuentren perfectamente… en ese mismo
momento, dejo de acompañar. Y eso, en sí, no es malo. No es mejor ni peor. Es
otra cosa. Por eso muchas mujeres, además, ADEMÁS, de un sanitario, quieren
alguien que las acompañe, y sólo las acompañe durante su maternidad. Y sí, lo
puede hacer cualquiera, sea sanitario o no, siempre que ese alguien comprenda
en profundidad qué es lo que tiene entre manos, y que entienda la delgada línea
que separa el acompañamiento de cualquier otro proceso…