lunes, 21 de julio de 2014

No sé quién soy.

Así estoy. Sin saber quién soy. Miro a mi alrededor y ya no me encuentro. Se me caen las etiquetas que un día me dieron nombre. Se me caen los trajes que un día me dieron forma.

Yo sé lo que hago. Yo acompaño. Acompaño mujeres. Acompaño madres. Acompaño familias. Acompaño a mujeres en sus procesos formativos (eso de ser maestra de unas alumnas no me gusta nada de nada). Acompaño a mi familia, a mis hijos e hija, en su crecimiento. Acompaño a mi pareja. Me acompaño a mí. Cada vez más, en la vida, encuentro que lo único que me da sentido es acompañar.

Y qué es acompañar? Acompañar es estar al lado de otra persona y dejarle ser. Acompañar es apartarse del camino de esa otra persona para dejarle ser. Acompañar es ir a donde esa persona va, aunque no nos guste ni el trayecto ni el lugar al que nos dirigimos. Acompañar es aceptar que la otra persona hace elecciones y toma decisiones que yo no tomaría. Acompañar es ver con los ojos asombrados cómo otras mujeres, familias, hijos nuestros o ajenos, hacen su vida y se equivocan o no, pero andan, sin que nadie les diga por dónde. Acompañar es confiar. Es abrir puertas. Es dar libertad. Es dejar crecer. Es respetar. Sin hacer nada. Ni ayudar. Ni tirar. Ni orientar. Ni convencer. Ni juzgar. Ni tener miedo. Ni mirar para otro lado. Ni pensar una cosa y callársela. Ni pensar que el otro ya llegará a donde estoy yo. Ni mirar condescendiente. No no no.

A esto me refiero cuando hablo de acompañar. Y sé que con mayor o menor acierto es lo que hago y me gusta hacer. No soy perfecta. No siempre sé mirar desde la barrera cómo alguien se tropieza. No siempre me acuerdo de morderme la lengua cuando veo que uno de mis hijos se va a dar un tortazo. Pero lo intento. A eso me dedico. A intentar ser cada día mejor acompañante. De todas y cada una de las personas con las que me cruzo en la vida. Respetar sus caminos. Mirarlos y aprender de ellos (de los caminos) y de ellas (de las personas).

Durante mucho tiempo pensé que eso lo podía hacer desde mi etiqueta de doula. Hoy, perdida, siento que ya no. Siento que no quiero pelear. Que yo no me identifico con la mayoría de las doulas de este país. Con otras sí, pero somos taaan pocas. Que ser doula me lleva a una guerra constante, y nada más alejado de lo que creo que debería hacer una doula, y de lo que quiero hacer yo. Yo no quiero estar defendiéndome de los ataques de otro colectivo, ni estar poniendo diques a mi propio colectivo porque no me siento a gusto con él. En medio de todo esto, pierdo el norte, el sur… lo pierdo todo. Me pierdo a mí misma e intento volver a encontrarme.


Yo sé lo que quiero hacer. Sé con quién lo quiero hacer. Sé que no lo quiero hacer contra nadie. Lo que no sé es si eso tiene nombre. Así que quedo en el verbo: acompañar.