viernes, 20 de noviembre de 2009

Una epidural llamada doula. El País.

Reportaje sobre el papel de las doulas aparecido en El País.

Una epidural llamada doula. Por Fani Losada.

"A mí se me dio la vuelta todo. No fue malo, pero sí distinto de como me esperaba. Después tuve que buscarme, encontrarme y hacerme amiga de mí misma otra vez". Así recuerda Nuria Otero su primer embarazo, que despertó en ella el interés por la que ahora es su profesión. Nuria es una de las cuatro doulas que ejercen en Galicia, cuatro mujeres que acompañan a otras durante el embarazo, el parto y el puerperio dándoles consejo y, sobre todo, apoyo.

Cuando es necesario, también ayudan a afrontar sentimientos y sensaciones de las que se habla menos o que no están bien vistas socialmente, como la depresión posparto o la ansiedad que provocan los problemas de lactancia. Ante estas dificultades, la respuesta inmediata suele ser tapar los síntomas a golpe de pastillas y leche en polvo. Nuria se pone como ejemplo y confiesa lo importante que fue para ella saber que "no era ni una loca ni una marciana". "Lo que me pasaba y lo que sentía era normal", dice.

En este sentido, la influencia de la doula se nota más a nivel psicológico y emocional. No son matronas, no ayudan físicamente durante el parto ni tienen formación médica, pero Nuria cree que una de sus principales funciones es proporcionar a la mujer toda la información que necesita y ayudarla a preparar un plan de parto. De ese modo, tanto la madre como el bebé pueden evitar procedimientos que, como la episiotomía -una incisión quirúrgica para facilitar la salida del feto-, son innecesarios en la mayoría de los casos, pero se aplican por sistema en España. "Lo último que necesitas cuando estás de parto es discutir con el médico", señala Nuria.

Alba, una madre coruñesa, trabajó con Nuria cuando nació su hija Irene hace año y medio, en un parto que recuerda como "maravilloso y muy respetado". Su doula la ayudó a sentirse "amparada, sin tener que estar pendiente de lo que me hacían". Al comparar su experiencia con la de sus conocidas, considera que, a diferencia de ellas, el proceso estuvo en sus manos: "Cuando sale el tema enseguida reconocen 'a mí me hicieron esto' o 'a mí me hicieron esto otro'. Es un momento delicadísimo en el que permites cosas que luego hacen que te lleves las manos a la cabeza".

Rosa Neira, que ahora trabaja en Santiago, acabó siendo doula después de resistirse a sus médicos. En su último mes de embarazo, se movió durante una prueba y provocó un fallo en el monitor. En el hospital querían practicarle una cesárea de inmediato y, por mucho que se explicase, la ignoraban. Al final se salió con la suya y tuvo a su hija en aguas valencianas, en el hospital Acuario. En 1994 empezó a formarse "oficialmente" en Barcelona: Cataluña es la comunidad autónoma en la que la figura de la doula está más arraigada.

Y es que, aunque lo parezca, el término doula no es gallego, sino griego, y la ocupación a la que da nombre está extendida por toda Europa y Estados Unidos, en mayor o menor medida dependiendo del país. Pese al deseo de aumentar el número de profesionales, consolidar este tipo de redes de apoyo entre mujeres parece complicado a corto plazo, ya que en general la figura de la doula no está institucionalizada y no existe una formación que se pueda considerar oficial.

Hoy por hoy hay oficialmente 65 doulas en España. Aunque, según Rosa, hay muchas personas que lo son sin saberlo, entre ellas las que colaboran con grupos de apoyo a la lactancia como Mámoa. Luzía Titán, doula en el área de Vigo y Pontevedra, coincide con ella y añade que la etiqueta de doula hace referencia a una faceta humana, no a una profesión. Asumir ese papel está "en nuestra naturaleza y en la naturaleza en general. En los partos de mamíferos es frecuente que haya una hembra al lado de la que pare", explica. Ella misma empezó a actuar como doula casi por casualidad, a petición de una chica a la que daba clases de yoga. Pasaría un tiempo hasta que descubrió que lo que hacía tenía un nombre.

Tras ese primer parto, reconoce que al principio tenía que pedir a las embarazadas que le dejasen acompañarlas, pero garantiza que ahora tiene mucha demanda. Las mujeres que se acercan a ella lo hacen no tanto con dudas y temores, sino buscando "algo más", dice Luzía. Muchas recurren a ellas al quedarse embarazadas después de un mal primer parto, y Luzía cree que la mayoría "tendrían a su segundo hijo en casa si contasen con los medios, pero la Seguridad Social no está por la labor".

Para ella, ser doula supone convertirse en "un pilar emocional que no se involucra emocionalmente" y cuya labor consiste en dar a las madres "lo que piden, no lo que creemos que necesitan". El 95% de las veces, asegura, lo que requieren es "sólo una mirada, no la epidural".

lunes, 20 de julio de 2009

Doulas, expertas en maternidad.

No son profesionales de la sanidad , pero su tarea facilita que la relación con estos sea más satisfactoria para todas las partes.

¿Desde cuándo existen en España?

La figura de la doula apareció en EE.UU. hace unos 25 años, a raíz de un estudio que demostró que las embarazadas que contaban con el apoyo de otras mujeres con unas nociones básicas sobre el nacimiento tenían menos problemas en el parto.

En España existen desde hace diez años. En poco tiempo el número ha aumentado notablemente, ya están presentes en casi todo el país y, además, su labor empieza a ser conocida y demandada.

¿Qué hacen?

  • Ayudan a las madres para que el embarazo, el parto y el posparto sean experiencias plenas, saludables, llenas de gozo y satisfacción.
  • Las cuidan para que puedan dar a luz sin miedo, amamantar sin problemas y descansar con su bebé sin sentirse culpables por no estar haciendo otras tareas.
  • Las acompañan para que la crisis vital que supone la maternidad no sea deprimente. Algunas participan en el proceso completo, pero otras se dedican únicamente al parto o al posparto. Por eso, antes de decir qué profesional nos interesa más hay que tener claro qué esperamos de ella y cuáles son nuestras necesidades reales.

Un regalo para mamá

El deseo de entender mejor los cambios propios del embarazo y el parto hace que cada vez más personas demanden la presencia y el acompañamiento de una doula ya desde el embarazo.

Y es que, contar con este apoyo es todo un regalo para la embarazada o la madre reciente. Muchas futuras mamás tienen miedos concretos, o no demasiado definidos: algunas buscan un tipo de parto en particular y necesitan que alguien les recuerde con frecuencia que son capaces de conseguir aquello que desean. La doula está ahí para ayudarles a lograrlo.

¿Cómo ayudan en el parto?

Estudios científicos demuestran que el acompañamiento de la doula facilita el proceso del parto: las contracciones duelen menos y se soportan mejor y hay menos necesidad de intervenir y de tener que utilizar fórceps o hacer una cesárea.

Para conseguirlo, la doula anima a la madre, refuerza su confianza y la ayuda a escucharse a sí misma y a elegir la mejor opción en cada momento.

Además, con todo su conocimiento logra que el parto sea menos estresante para el padre: le permite relajarse, decidir hasta qué punto quiere estar presente y le ayuda a acompañar a la parturienta de la mejor manera.

¿Y en el posparto?

Se encarga de cuidar a la madre para que pueda dedicarse en cuerpo y alma a su bebé. En los días que siguen al parto, llega a casa para asegurarse de que todo va bien y hace lo necesario para que el mundo siga funcionando mientras la mamá se dedica a su pequeño.

A veces se convierte en el paño de lágrimas y escucha a la madre que atraviesa una tormenta hormonal y emocional importante, y se asegura de conseguir que duerma lo suficiente y se alimente como es debido.

Toda una infinidad de tareas de lo más variadas con un solo objetivo: que la madre no sienta en ningún momento que no es capaz de seguir adelante.

¿Cómo convertirse en una?

No existe titulación oficial para ser doula. La mayoría son madres o mujeres que desean ayudar a otras madres y que combinan su experiencia personal con la formación adquirida en la lactancia , el parto y la psicología perinatal en distintos cursos.

Su especialidad es el respeto a la fisiología del parto y el conocimiento de las necesidades emocionales de la maternidad.

¿Cuánto cuesta su atención?

El precio varía de una doula a otra y también de unas provincias a otras. Además, no todas las doulas dan los mismos servicios (las hay de embarazo, parto y posparto, de parto y de posparto). Algunas asociaciones, como Mares Doules, sí tienen un precio unitario por algunos servicios concretos, como el de posparto (300 euros con 14 horas de visita).

lunes, 20 de abril de 2009

El posparto invisible: el trabajo de las doulas después del nacimiento.

Artículo publicado en Proyecto Materna.


Del posparto no se habla. No hablan los médicos, ni las madres, ni siquiera los investigadores ni escritores… Por lo tanto, las mujeres tampoco hablan de ello. No saben que existe hasta que se encuentran sumergidas de lleno en él, y entonces es, casi siempre, demasiado tarde para reconocerlo, para ponerle nombre, para parapetarse o para plantarle cara.

En la preparación al parto, durante el embarazo o antes de él, nos hablan de lo que acontece durante el nacimiento propiamente dicho, pero poco se comenta de lo que pasa después, cuando la mujer vuelve a casa y se enfrenta con su vida que ya no es su vida. Quizás algo sobre lactancia, tal vez algo sobre el vínculo, pero nada sobre los cambios en las propias mujeres, en sus expectativas, en sus certezas, en sus deseos.

Yo creo que la cuestión está en que en este período entran en juego aspectos absolutamente personales, recónditos, a veces ni siquiera confesados a una misma: miedo, incertidumbre, perplejidad… cuestiones con las que no habíamos pensado enfrentarnos y ni ganas que tenemos.

El resultado es que el posparto es un período oculto, oscuro, casi inexistente a nivel consciente, a nivel de conversaciones. Sin embargo, es un tsunami que nos arrastra (tanto si es placentero como si no lo es). Las mujeres viven, vivimos el posparto como un momento intenso del que nadie había hablado, del que nadie había prevenido, con el que no habían, habíamos contado.

Así, las doulas que trabajamos el posparto de manera extensa nos encontramos con la dificultad de trabajar sobre algo no escrito, no dicho, no pensado, no imaginado. Pero es que además, hay que añadir la dificultad para hablar, escribir o pensar sobre ello, ya que cada mujer vivirá el posparto de una manera absolutamente personal. No hay un manual del buen (o el mal) posparto, no existen unas necesidades básicas de la mujer en posparto (quizás a grandes rasgos podamos hablar de la necesidad de compañía, de compartir con otras puérperas o madres y el respeto a los propios instintos, pero incluso habrá mujeres que no necesiten cubrir alguno de estas premisas), simplemente existen las necesidades personales de cada mujer durante el posparto. Ni siquiera un buen parto puede augurar un buen posparto, ni un mal parto un mal posparto. Y es que el posparto no depende del parto, el posparto depende de nuestra vida. De lo que somos y dejamos de ser, de lo que creemos y no creemos, de lo que conocemos de nosotras, de los que nos rodean, y a la vez, de todo lo que desconocemos.

Es un trabajo difícil e invisible, que no se sujeta a criterios, que no se puede explicar… Es la diferencia fundamental entre las doulas de parto y las de posparto: mientras que las primeras tienen un objetivo último que es ayudar a conseguir un parto lo más respetado posible (sea vaginal, cesárea, en casa o en el hospital), las doulas de posparto tenemos que estar abiertas a cualquier aspecto que la mujer nos plantee, en ocasiones aspectos que nosotras mismas no hemos vivido o que no hemos siquiera imaginado.

Entonces, ¿qué hacemos las doulas durante el posparto? No somos ginecólogas, ni médicos de cabecera, ni psicólogas ni pediatras (parece una obviedad pero es necesario recalcarlo, entre nosotras y con las madres cuando trabajamos con ellas). ¿Qué hacemos, pues? De todo y de nada… Principalmente escuchar, servir de canal a todas las sensaciones y emociones que van surgiendo, darles validez, reconocerlas y aceptarlas, sean cuales sean. No juzgamos, aceptamos, comprendemos, acompañamos y, si nos preguntan, contestamos con sinceridad.